de Patricia L. BOERO ( Salmo)
CARTA XI
SALMO
Hazme nacer, te imploro
dormida en la rompiente
el vértigo crispado de los vientos
cada tanto me otorga remolino
giros, revueltas, reproche ensimismado
y voces de mudez
abofetean lo poco que yo tengo
por aún no nacida de ti
llama de infancia
y me anega el dolor,
ansias de trueno, líquidos ideogramas
de tinta fresca, manchas en el mantel
del día último y allí,
entre todo eso,
yo
del cristal de nieve,
yo
de la niebla intensa
y de la luz pequeña
me hago cargo
y sumo cicatriz, vendajes,
lavando el corazón de justa causa
para morir, resplandeciente
puñal que hundo en mi pecho y nombro:
Vida,
dame el nacer
de nuevo, yo, la niña que te espera
abierta nuevamente como fruta,
te ruego
de rodillas la santa desnudez,
el abandono amante,
el cáliz labrado en el profundo sueño
donde el cielo se guarda,
la lejana promesa de puerto y de portal,
canal, pasillo, entraña de la noche,
casi la piel, casi no haber sabido,
un manojo de espigas, algo que sólo sea
de temblor instrumento;
no la casa,
el arraigo;
no la perpetuidad,
el infinito nuestro;
no la mirada sola,
sino la encarnadura que me ciegue
de golpe y luz efluente sea de sereno
alcanzar el otro lado,
no el mundo ni la gloria del mundo
sino el agua, el árbol,
el simplemente dicho
amor, el claro amor salvado
por un vuelo
la simiente del bosque
como herencia.
CARTAS DE LS NOMBRADÍA. Ediciones adamaRamada
SALMO
Hazme nacer, te imploro
dormida en la rompiente
el vértigo crispado de los vientos
cada tanto me otorga remolino
giros, revueltas, reproche ensimismado
y voces de mudez
abofetean lo poco que yo tengo
por aún no nacida de ti
llama de infancia
y me anega el dolor,
ansias de trueno, líquidos ideogramas
de tinta fresca, manchas en el mantel
del día último y allí,
entre todo eso,
yo
del cristal de nieve,
yo
de la niebla intensa
y de la luz pequeña
me hago cargo
y sumo cicatriz, vendajes,
lavando el corazón de justa causa
para morir, resplandeciente
puñal que hundo en mi pecho y nombro:
Vida,
dame el nacer
de nuevo, yo, la niña que te espera
abierta nuevamente como fruta,
te ruego
de rodillas la santa desnudez,
el abandono amante,
el cáliz labrado en el profundo sueño
donde el cielo se guarda,
la lejana promesa de puerto y de portal,
canal, pasillo, entraña de la noche,
casi la piel, casi no haber sabido,
un manojo de espigas, algo que sólo sea
de temblor instrumento;
no la casa,
el arraigo;
no la perpetuidad,
el infinito nuestro;
no la mirada sola,
sino la encarnadura que me ciegue
de golpe y luz efluente sea de sereno
alcanzar el otro lado,
no el mundo ni la gloria del mundo
sino el agua, el árbol,
el simplemente dicho
amor, el claro amor salvado
por un vuelo
la simiente del bosque
como herencia.
CARTAS DE LS NOMBRADÍA. Ediciones adamaRamada
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