de Juan José MESTRE (El Rey y los sueños)
Su Majestad había tenido un mal sueño. Concretamente, había abdicado.
Despertó con una sensación extraña. Era el desasosiego propio del que ha
sido desalojado, cosa impensada para alguno de su condición. Colérico,
llamó a su primer ministro. Le ordenó que prohibiera tales pesadillas.Este
le dijo que no se podía hacer tal cosa, que a lo sumo se podía dictar un
decreto proscribiendo todos los sueños, agradables o no.¡Hazlo de
inmediato! fue la orden terminante.
El día transcurrió apacible, los súbditos ni se dieron por enterados, la
prensa casi ni lo había destacado. Así, el Rey se durmió esa noche
tranquilamente, sin temor a las pesadillas ni a los sobresaltos. Cuando
despertó a la mañana siguiente bajó adormilado de su cama, con terror sevio
a sí mismo en caída libre. En su desesperación, buscó algo de qué asirse.
Sólo su lecho se veía cada vez más lejano en un vacío desconcertante que
nada tenía que ver con su reino. Gritó, pero ni él escuchó el alarido.
Quiso despertarse, mas estaba efectivamente despierto. Cuando apeló a algún sueño,
un cartel de prohibido apareció ante sus ojos. El estúpido ministro no
aparecía por ninguna parte...
Publicado en la Lista de Literatura ADAMAR 12/05/04
Despertó con una sensación extraña. Era el desasosiego propio del que ha
sido desalojado, cosa impensada para alguno de su condición. Colérico,
llamó a su primer ministro. Le ordenó que prohibiera tales pesadillas.Este
le dijo que no se podía hacer tal cosa, que a lo sumo se podía dictar un
decreto proscribiendo todos los sueños, agradables o no.¡Hazlo de
inmediato! fue la orden terminante.
El día transcurrió apacible, los súbditos ni se dieron por enterados, la
prensa casi ni lo había destacado. Así, el Rey se durmió esa noche
tranquilamente, sin temor a las pesadillas ni a los sobresaltos. Cuando
despertó a la mañana siguiente bajó adormilado de su cama, con terror sevio
a sí mismo en caída libre. En su desesperación, buscó algo de qué asirse.
Sólo su lecho se veía cada vez más lejano en un vacío desconcertante que
nada tenía que ver con su reino. Gritó, pero ni él escuchó el alarido.
Quiso despertarse, mas estaba efectivamente despierto. Cuando apeló a algún sueño,
un cartel de prohibido apareció ante sus ojos. El estúpido ministro no
aparecía por ninguna parte...
Publicado en la Lista de Literatura ADAMAR 12/05/04
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