de María ZAMBRANO
(
) llora y se retuerce como ciertas ortigas, que tan malas dicen que son, se retuercen cuando las queman sin razón. Curiosamente los que viven en los campos saben que allí donde nacen ortigas, las detestadas ortigas, es índice cierto, señal de la inmediatez de una habitación humana, y por poca memoria que un ser viviente tenga no es concebible que la ortiga no sienta, o sepa de algún modo que será quemada por un ser al que ella obstinadamente se apega, inocentemente ha de ser. Y ella, la ortiga, no pide nada, no come ni mínimamente como la hormiga, no bebe ni gota de agua, crece, eso sí, crece hacia arriba, no se arrastra; se convierte, si la dejan, en arbusto, siempre apegada a la ventana, a la rendija inclusive, donde habita la luz humana dispuesta siempre a quemarla. (
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De la Aurora. Editorial TABLA RASA
De la Aurora. Editorial TABLA RASA
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