de MARGRET
Diminuto, subió por las escaleras hasta alcanzar el último andamio y comenzó a escribir con una inmensa brocha de tinta negra. Iba a mitad de página cuando sintió cómo el andamio cedía, y se venía abajo. Sabía que si podía aguantarse a la brocha, la unión con la última palabra le retendría pegado a la página. Al menos, eso decía el Manual de instrucciones para escritores de altura. Sólo que al temblar el andamio, le atacó el pánico quedando su mente en blanco. Se asió a la soga, que se iba desenredando, haciéndose cada vez mas fina. Inútilmente se agarraba a ella con una mano, y con la otra intentaba escribir una palabra que le permitiera recobrar la continuidad de la tinta en la página. Sin palabras, se iba escurriendo cada vez más, mientras de la brocha brotaba la tinta negra haciendo lagos que eran mancharones negros en el suelo, y en los cuales se ahogaría si no llegaba a encontrar las palabras que le unieran a través de la brocha, a la página.
Había leído el manual tan rápido, parecía tan sencillo, jamás imaginó que se iba a quedar sin palabras. Cada vez más cerca del suelo, y de los lagos de tinta negra, recordó el último recurso señalado en todos los manuales de instrucciones para escritores que había leído en su vida: puso el punto final.
Publicado en La Lista de ESCRITURA CREATIVA 02/04/04
Había leído el manual tan rápido, parecía tan sencillo, jamás imaginó que se iba a quedar sin palabras. Cada vez más cerca del suelo, y de los lagos de tinta negra, recordó el último recurso señalado en todos los manuales de instrucciones para escritores que había leído en su vida: puso el punto final.
Publicado en La Lista de ESCRITURA CREATIVA 02/04/04
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