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Vae Victis

de Carlos DRUMMOND ( Busqueda de la Poesía )

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte frente a la poesía.
Ante ella la vida es un sol extático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales
no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, complemento y confortable cuerpo,
tan indefenso a la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu careta de gozo o de dolor en la oscuridad
son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que prevalecen sobre el equívoco e intentan el largo viaje.
Lo que piensas y sientes, eso todavía no es poesía.
No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas
ni el secreto de las casas.
No es música oída al pasar; rumor del mar en las calles
junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza nada significan.
La poesía (no saques poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.
No dramatices, no invoques.
No indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y abusos, vuestros esqueletos de familia
desaparecen en la curva del tiempo, son algo inservible.
No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la memoria en disipación.
Si se disipó no era poesía.
Si se quebró, cristal no era..

Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allí están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, pero no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Están allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas antes de escribirlos.
Ten paciencia si son oscuros. Calma, si te provocan.
Espera que cada uno se realice y consume
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas del suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concentrada
en el espacio.
Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil rostros secretos bajo el rostro neutro
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le dieras:
¿Trajiste la llave?
Fíjate:
huérfanas de melodía y de concepto,
ellas se refugiaron en la noche, las palabras.
Todavía húmedas e impregnadas de sueño,
ruedan en un río difícil y se transforman en desprecio.


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