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Vae Victis

de Nuchi BELCHÍ (El desfile)

Fui a aquel desfile porque mi hijo participaba en él. Pedí a Oscar Wilde que me dotara de la belleza y plenitud con la que un hijo debe ver a su madre. Pero mi cuerpo estaba hueco por dentro, como un tronco invadido de carcoma. Si movía un músculo de mi cara sabía que saldría una mueca horrible. Aun así intenté sonreír. Pedí entonces a Séneca que me dotase del don de la oratoria para emitir tan sólo una palabra en voz alta: ¡hijo! Pero mi garganta estaba seca como la tierra de Rulfo. Aun así lo dije: ¡hijo! Entonces él me miró y sonrió como una flor que despierta a la vida. Su mirada me penetró y en ese instante mi cuerpo asistió a la transformación de sí mismo. De nuevo la savia corría a través de él y mi garganta se humedecía despacio, con lentitud, como si desde dentro tuviese ora manantial, ora torrente que desembocaba en mis ojos.

(Texto inspirado en la última escena de la película: Mystic River)

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